By Pablo Carvajal

The experience of taking part in the inaugural Sarajevo Symposium on Post-Conflict Transitions has left me with numerous lessons. Firstly, receiving daily stories of the local people and other participants in this event has shown me that, despite ethnic and cultural differences, individuals are still committed towards creating peace. Participants have expressed this through good humor, their guises, their attentiveness and the smiles.

The didactic, professional commitment with peace by all of the participants and staff has been unparalleled.

The people of Sarajevo express their emotions in such a beautiful and genuine way despite their deep history, that primes you to reciprocate. Reflecting on my shopping trip to Markale’s market, where a cowardly and horrifying mass killing took place on February 5, 1994, I found locals smiling and chatting as they go about their daily businesses selling can fish, chicken, beef, avocados, cantaloupes, celery and green peepers. I was treated with tenderness by farmers, they let you smell the fresh roots of celery and mint and also sold me watermelons, limes, onions, basil, and dark red tomatoes. I experienced an environment of warmth, confidence and trust.  Amar sold me pears from another neighbor’s kiosk, who due to urgent family errands – was not able to come into work today.

With pictorial representations, colors, music and close ups, Kemal, a man with dazzling blue eyes, opened his heart to us through an impeccable documentary sharing a powerful story in which he had managed to survive the concentration camp during the war. The camp was dominated by well-armed Serbian army and was one of the places where thousands of Muslims perished in the middle of cruel inhuman conditions. Kemal openly answered questions about his process of building resilience through activism and commitment with Sarajevo’s community. Through art and producing movies that reveal the people’s memory – essential for transformation towards hope and positive future for Bosnia and Herzegovina – Kemal has been able to go across ethnic lines reaching all communities towards building trust.

I empathetically observed in Srebrenica, Benjamin’s eyes flooding with tears and his throat exposed a downwards bulky knot of pain, while he described how he survived but lost his father and older brother during the execution of Bosnian Muslims. He pointed with his hand towards the green mountains that shelter thousands of white and green tombs aligned in commemoration of children, men, and women who were under siege, subjected to confinement, tortured, bodies dragged and spread in a monstrous and merciless death culminating into a massacre in the summer of 1995.

Sharing the past, for Benjamin, means to honor his father, brother, and the life of all those who died and disappeared during the 1992-1995 war. Today he works to maintain the true memory of what happened since it should be known by the people as a cruel example of something that all humanity must never allow. As I stepped out of the tour facility of Srebrenica’s museum and shook Benjamin’s right hand thanking him for his courage, I felt a rigid, painful, and insipid knot pressing my throat.  Without saying any other word, I left feeling solidarity for his significant cause and commitment to peace building.

Note: Some names were changed in order to maintain the confidentiality of my conversations with them.

Por Pablo Carvajal

La experiencia de participar en el simposio sobre Postconflicto y Transiciones en Sarajevo- 2017 me ha dejado muchas y grandes enseñanzas, la primera lección  ha sido la recibida a través de las historias cotidianas de la gente local y de los participantes en este evento. Aquí el cariño se ha expresado en el buen  humor, las miradas, las atenciones y  las sonrisas.

El estilo didáctico, profesional, comprometido con la paz de todas y todos los participantes y organizadores del evento ha sido inigualable.

La gente de Sarajevo sabe entregar el Corazón  y ante semejante desparpajo cualquier ser humano brinda todo de sí mismo en este lugar cargado de autenticidad y profunda historia

Estuve en el mercado de  frutas y verduras de Markale, donde ocurrió una cobarde y espeluznante masacre el 5 de febrero de 1994,  aquí hoy se consiguen pescados y carnes,  aguacates, melones, apio y pimentones de diversos colores. Allí me  atendieron con ternura, me dieron a oler las frescas raíces de apio y la yerbabuena, me vendieron, melones, limones, cebolla  y tomates de color vino tinto. Allí se respira un ambiente de cordialidad y confianza, la señora Amar me vendió las sandias del  kiosco de su vecina, quien no había alcanzado a llegar hoy  porque ella  se encontraba haciendo otros quehaceres urgentes de su familia.

Con representaciones pictóricas, colores, música y primeros planos,  Kemal un hombre de ojos azules brillantes, nos abrió su corazón  mediante una impecable estética para contarnos su penetrante historia en la que de manera milagrosa salió vivo de un campo de concentración dominado por el ejército Serbio en la que murieron miles de personas en condiciones infrahumanas. De forma presencial e incondicional,  Kemal, participó en nuestro simposio para contestar preguntas sobre su proceso de resiliencia y de su compromiso con la comunidad de Sarajevo y también sobre la producción cinematográfica como expresión propia y comunitaria de revelación de memoria transformada en un futuro de esperanza para el pueblo de Bosnia y Herzegovina.

Observé compasivamente como los ojos de Benjamín se encharcaron y su garganta desenredó hacia abajo  un nudo grueso de dolor,  al contarnos como el salvó su vida, pero también despidió a su padre y hermano cuando se enfilaban en una procesión de hombres en fila que minutos más tarde serian fusilados a sangre fría por la única razón de pertenecer a la etnia de musulmanes en la región de Srebrenica. Él nos señaló con su mano  las montañas verdes que albergan la conmemoración  alineada de blancas de miles tumbas  de niños, hombres y mujeres quienes fueron sometidos al asedio y al  encierro, torturados, sus cuerpos arrastrado arrastrados y sus cuerpos diseminados en una muerte  monstruosa y despiadada la cual tuvo una contundente genocidio de una gran masa de seres humanos durante la calurosa intemperie del verano de 1995.

Compartir su historia para Benjamín, hoy  significa honrar las vidas de su padre, su hermano y la de todos aquellos desparecidos en la guerra dominada por los Serbios. Hoy él  guarda la esperanza de que verdad de lo que sucedió sea conocida y recordada como un ejemplo de algo que la humanidad no debe permitir nunca más. Al salir del recorrido por las instalaciones del museo de Srebrenica estreché la mano de Benjamín, le dí las gracias por su valentía y sentí que un rígido nudo, doloroso e insípido me apretó la garganta y no me dejo terminar de decirle que reconocía su dolor y le brindaba mi solidaridad con su causa.

Nota: Algunos nombres de las personas han sido cambiados con el fin de respetar la confidencialidad de las conversaciones mantenidas con ellos y ellas.